Si bien toda región tiene sus particularidades, en el norte argentino son mas notorias. Y Salta es un muy buen ejemplo de ello. Mas allá de los aspectos poco manejables, naturalmente diversos, como el clima (muy benigno en Salta, buen aire, buen sol) aquí, lo social, cultural e histórico muestra diferencias marcadas con respecto al resto del país. Rostros, raíces, arquitectura, historia, forma de hablar. Salvo el mate, los «vos» y los «che» y la carne a buen precio, Salta es otra cosa. El haber sido parte del imperio Inka le confiere una historia y orgullo particular que hasta hoy contribuye a unir a su gente alrededor de un pasado grandioso. Trás la conquista, lo normal era que toda ciudad Inca de importancia, fuera «chancada» por una española. Salta, como clara muestra, posee así una fisonomía colonial muy bella. El rico pasado histórico la asemeja a muchas ciudades de más al norte, a buena distancia pero con raíces similares e igual pasado. No fue casualidad notar el gran parecido entre la plaza central de la ciudad y la plaza de Armas de Arequipa, importante ciudad de la sierra peruana. Muy parecidas.
Será por ello que en la más importante expedición a santuarios Incas de alta montaña en Salta, que llevó al descubrimiento de las momias incas de LLullaillaco, la mitad del equipo fue peruano, y coincidentemente, arequipeño.
Los rostros, en su mayoría, hacen pensar que uno esta en Bolivia, o en el altiplano peruano.
Las catedrales y construcciones dan a la ciudad una cierta unidad arquitectónica con puntos mas al norte, fuera de las fronteras argentinas. Todo ello es lo que aleja a Salta del común argentino y a la vez la une fuertemente a los intereses nacionales, pues una ciudad con tanta historia es un orgullo para el país. Es claro por que le llaman Salta «la linda». Linda como muchas ciudades más que podremos gozar en nuestro camino hacia el ombligo del mundo incaico.
