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Rumbo hacia Resistencia (Argentina).

Partimos desde Puerto Iguazú hacia Resistencia, para resistir hasta el día siguiente y continuar nuestra ruta hacia Salta. Luego, saltaremos a Bolivia, pero primero lo primero.
Tomamos un bus que partió a las 7 de la noche y llegó por la mañana, 13 horas después.

A la mañana siguiente llegamos a Resistencia y anduvimos por el centro y el parque de la plaza. Vimos a unos adolescentes asaltar y fastidiar a los indigentes; la zona no parecía muy segura. En honor a la verdad, y siendo fiel a la justa impresión que me llevé, diré que a pesar de los esfueros positivos de la oficina de turismo por promover los atractivos de la ciudad no es mucho lo que había por ver. Los folletos que nos dieron nos indicaban cosas como donde quedaban los bancos, casas de cambio, parques, casa de gobierno y demás edificaciones.

Algo resaltante de Resistencia es que se le considera la ciudad de las estatuas y ciertamente tiene muchas por toda la ciudad. Lo que me llamó la atención es que alrededor del mediodía todos los negocios, tiendas, bodegas, restaurantes y farmacias andaban cerrados. Nunca había visto un caso de estos. Realmente extraño. A duras penas encontramos algo de comer.

Por la noche partimos hacia Salta en una empresa de bus que desde ya sugerimos evitar: «La nueva estrella», era una empresa de bus que nos ofreció un transporte lleno de cucarachas por los asientos y las paredes. Un olor fétido a baño sucio que impregaba todo el interior. Unos asientos polvorientos cuya suciedad brillaba a la luz del sol cuando la gente se movía. Y que para poner la cereza al asunto, se detuvo a mitad de camino durante tres horas porque una de sus unidades se había malogrado y requería trasladar a los otros pasajeros. No exagero ni agrando nada, es simplemente lo que había y lo que sucedió.
Bueno, peores cosas hemos pasado.

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