Dormir bajo el cielo estrellado y sobre el lago sagrado. Un experiencia grandiosa. He visto cielos estrellados, muchos, pero el de Taquile me mira a mi. No soy nadie para dirigirle una mirada orgullosa buscando argumentos de comparación. Taquile es un espectáculo. En su inmensidad que se pierde en un abrazo con el silencio del lago y sus reflejos caprichosos solo se siente paz, paz y más paz. Respirar el aire de la noche, climatizado por el Titicaca, te transporta. El escenario para contemplar la noche hermosa no podía ser mejor.
Desde la casa de Don Julio, antiguo Taquileño que siguiendo los emprendimientos de su hijo a hecho de su casa un hospedaje átipico, el lago se contempla en su inmesidad. Uno vive, no se hospeda. Comparte la mesa de la familia, sus pastos, su ganado (nunca había «conversado» con una oveja, menos compartido un piqueo frugal de frutas), su cariño.
Mi habitación es de piedra y adobe, con la total comodidad que lo rústico bien hecho sabe dar. Desde el respaldar de mi cama entra el lago a hacerme compañía. Una estratégica ventanilla permite dejarme vigilar por las aguas y el horizonte.
Mientras me desesperezo y saludo al Titicaca(puro gesto pues ha pasado la noche conmigo) Doña Francisca ya me esta llamando para tomar el desayuno. Supongo será tan poderoso como la cena de ayer, tortilla de verduras, ración para gigante, una sopa serrana levanta muertos y su obligatorio mate de coca, del jardín a la mesa.
Llegue ayer como todo turista que toma una lancha en Puno para viajar 3,30 hrs (por 20 soles ida y vuelta) para conocer la famosa isla de taquile. Pero una vez en la isla, una frenética caminata de constante ascenso para llegar a la plazita central del pueblo, comer al vuelo y regresar al vociferante Puno, no es una sabia decisión. Hay que vivir un poco la isla, contemplarla, así que decidí quedarme a dormir. La hospitalidad de Don Julio merece mucho más de los humildes 10 soles que cuesta quedarse en su casa.
Caminar por los rústicos y altos caminos que bordean la isla toma horas. En estas horas entre animales, sonrisas cálidas de la gente, ruinas incas, verdes sembríos y un cielo despejadósimo, uno es siempre acompañado por el lago y su silencio abrazador.
Ir a Taquile es muy sencillo, desde Puno, sin necesidad de pagar un tour (mas costosos y nada diferentes) uno compra boletos en el puerto, Las salidas son en la mañana, 7.30 am y el regreso en la tarde de l día que se desee, 2,30 pm. El costo, muy barato para lo que representa, 20 soles.