Relato: Un viaje a dedo descubriendo la Vía Láctea en Cajamarca, Perú

Iniciado por Rycardo, Agosto 22, 2019, 12:50:55 PM

Tema anterior - Siguiente tema

Rycardo

Advertisement
Hola a todos! Quiero compartirles un relato y reflexion que había escrito en el 2016 de una de nuestras anécdotas del viaje, lo había olvidado por completo. Ahora han pasado casi 3 años desde que lo escribí, y las historias (y estrellas) han ido aumentando :)

Departamento de Cajamarca, Perú. Estaba con Vanessa y llevábamos dos horas jalando dedo desde el fantasmal pueblo de Llacanora, con una botella de agua llena hasta la mitad al igual que nuestros estómagos. Se acercaba la noche, nuestro destino era Cajabamba y lo único que conseguimos fue que alguien nos regalara una botella de cerveza Miller -sí señores, Miller a secas, nada de la profanación de Lite-, algo bueno tenía que suceder.
Cuando nuestras esperanzas estaban a punto de agotarse, un señor de traje casual y con casi una aureola en la cabeza, se nos ofreció a llevarnos hasta el siguiente pueblo, Namora, en su camioneta roja Ford modelo 2012.
Evidentemente entablamos una charla con nuestro salvador de carreteras, entre los peligroso que se volvió Cajamarca, en que aquellos tiempos no era así, que Fujimori, que PPK, que nosotros somos los monos, bla bla bla... Su destino era una hacienda ubicado a las afueras de este pueblo. La idea de pedirle un espacio en su finca para acampar no sonaba tan mal, ya que nuestra otra opción era implorar por alojamiento en el cuartel de policía: era un pueblo sin hospedajes.
Así que le presentamos nuestro plan y él amablemente aceptó. Nos daba como espacio un cuarto en construcción lleno de olor a perro pero con un bueno techo para armar nuestra carpa. A buena hora, pues cuando nos bajamos en Namora para abastecernos de salchipapas, nos enteramos que los únicos policías del pueblito andaban ocupados por un tipo que andaba borracho y se murió ahogado en un lago. Continuamos por la carretera dejando atrás Namora, hasta llegar a un punto de la vía donde a penas se veía la nariz si no ibas preparado con una linterna.
Es aquí, justo en el momento de ayudarle a abrir las puertas de la hacienda, donde sucedió lo inesperado al alzar mi cabezota: eran millones de estrellas como nubes incandescentes alumbrando todo el vacío del espacio, ¡MILLOOONES! Se percibía tan claro el perfil de la Vía Láctea, las constelaciones, Júpiter, algún ovni... No sabía como reaccionar, el choque de vista casi me da un infarto, y la euforia del momento era inexplicable; tal vez la misma euforia de los evangélicos al sacudirse en el suelo, o a un raver en un viaje de éxtasis, o un primer beso adolescente, no sé, sólo comprendí que toda mi vida estuvieron ahí esos pequeños y millones de faroles tintineantes decorando el espacio, y yo, que soy de la ciudad del smog y del «"Oh! Mira! Hay UNA SOLA estrella en el cielo!"», recién las voy conociendo.

¿Y qué importa hasta dónde queremos llegar si lo más emocionante es el camino? ¿No es la fosa a 3 metros bajo tierra la meta de todos? Uno esperando contento la muerte con una notificación en facebook, feliz de que el micro venga vacío o que el plato de pollo venga con pierna y con filtro de instagram,«"Ay mira los zapatos lindos que me compre, te gustan?"» y todo este tiempo ha estado ahí y nos sigue esperando, un viaje entre amigos, un millón de luciérnagas parpadeando en la noche, una carretera por la que nadie ha caminado, un paisaje desde el balde de una camioneta, una playa virgen, una carta de un niño agradeciendo tu compañía, una invitación a un ceviche, o a conocer una vieja represa, un abrigo de regalo, un jammin entre locos, una montaña por descubrir, un desierto sin fin, un vino artesanal, una cena dentro de una carpa, un almuerzo con gente extranjera, un billete regalado, un atardecer nunca antes visto, la aventura de hacer plata y seguir avanzando, el calor de un abrazo en una noche helada, mirando algún horizonte, una fuerte despedida ('nos volveremos a ver en la ruta'), un nuevo amigo, una lección de vida, un nuevo amor... o un millón de estrellas.
Siempre lo he dicho: el 96% de la gente que ofrece ayudarte lo hace de buenas intenciones, y pues el otro 4%, es el material de los medios. Siempre pilas y sin miedo no más.

Salud! Por otro nuevo viaje!