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Un Mar blanco

El tour no empezó a las 10.30 programadas, lo hizo a las 11am, poca espera, buena hora. En un todo terreno, Elías, el conductor devenido en empírico guía nos llevaría, junto con 5 turistas más, al reputado Salar de Uyuni. Dos alemanas(muy silenciosas), un brasilero(muy hablador), un inglés, un sueco y representando a nuestra sudámerica bella, dos peruanos, nosotros.
Desde un inicio, entre castellano masticado e inglés digerido armamos un buen grupo que hizo que le agregó mas belleza a lo bello del lugar. En poco tiempo llegamos a Colchani, puequeño poblado a orillas del inmenso salar, pueblo que en la actualidad vive le la comercialización artesanal de la sal. Paramos aquí, como preludio de lo que veríamos pronto nos llevaron a cuartos llenos de sal en donde se procesa el producto hasta embolsarlo para luego venderlo a las ciudades del sur del país, principales consumidores. El precio… increible, casi como regalarlo, 0,10 bolivianos por kilo (0,012 dólares aprox!!!!) La venta es interna, no se exporta(deberían, millones de toneladas de sal a la mano son un buen motivo). También se puede comprar souvenirs hechos de sal, pequeñas llamas, cubiletes, entre otros.
De vuelta al todo terreno e iniciamos la entrada al mar blanco. Mágnifico, por donde se mire blanco. A primera vista se siente estar en un paisaje polar. El inmeso blancoo se pierde en el horizonte. Las ruedas del autos hacen crujir la superficie ientras se parece flotar, avanzar sobre un limbo uniforme no da mucha idea de velocidad. Lo primero que apararece a la vista son siluetas de hombres (que en el plano mar blanco se vislumbran desde lejos, marcados, como puntos negros) que en titñanica labor extraen a pico y pala modestas cantidades (modestas para la abundancia que se ve) de sal. Ya de más cerca vemos que la apiñan en montículos uniformes con los que luego cargarán un camión. De aquí sale la sal que va a Colchani a ser procesada.
De aquí en adelante tendríamos un buen trecho de blanco completo, sin siluetas humanas ni puntos negros.
La sensación de estar en medio del salar es indescriptible. En medio de un desierto blanco y uniforme el tiempo y el espacio pierden importancia y se tiene la sensación de estar en un limbo, en medio de la nada, sin poder fijar la mirada en un solo lugar. Como si esperásemos sentencia para entrar al cielo o caer en los abismos. Lo único que nos regresaba a la humanidad era la presencia de personas que como yo, no sabían donde fijar la vista aunque fingían hacerlo con sus cámaras.
La próxima parada sería en el Hotel de Sal. A distancia su arquitectura rompía en plano horizonte pero sin aletar mucho el infinito de blancos. Un hotel de al que en un tiempo funcionó regularmente pero que ahora solo queda como lugar de paso para sacar unas fotos y comer algo. No es un gran hotel, deberían decirle hostal de sal, pero sorprende ver que todos los muebles estan hechos con bloques de sal, muy llamativo y particular.
Luego vendría la isla del Incahuasi o «Isla del pescado» como le llaman los pobladores. Realmente es una isla, que alguna vez vigiló las aguas del lago prehistórico que ahora es un inmenso salar. Desde ella se contempla en gran salar como si fuese un mar, incluso las orillas de la isla asemejan playas bañadas por estáticas resacas. Grandes y bellos cactus de hasta 12 metros de alto decoran la isla. Aquí muchos grupos de turistas se detienen para almorzar al aire libre mientras se contempla el paisaje. En el lugar además hay servicios básicos como baños por los cuales se debe de pagar 8 boliv. Esta suma también permite acceder a un corto circuito que lleva a la cima de la isla para obtener una vista panorámica.
Yo preferí caminar un poco y tenderme por largo rato sobre la superficie blanca, respirar y mirar hacia el blanco perderse junto al celeste horizonte.
Elías preparó el almuerzo. Comida típica, sabrosa y bien servida. Quinua, verduras, papa y chuleta de llama. Si bien ya había comido quinua y alguna vez me invitaron carne de alpaca, era la primera vez que comía llama, como todos los del gupo. Rico, aunque algo salado, pero supongo eso fue por la sazón. Las chicas alemanas al enterarse que habían comido parte del animalito que horas atrás habían visto correr en manadas, pusieron cara de susto mezclada con sorpresa. Igual ya tenían la barriga llena. Se pasó un agradable momento, cada uno recomendaba lo bello de su país y contaba sus historias de viaje(el sueco por ejemplo ya tenía 2 años y medio recorriendo América latina) y así el almuerzo se alargó por casi 2 horas.
salar de uyuni
Ya era hora de partir y otra vez sobre el mar se sal, paando por Colchani y de regreso en Uyuni. Aquí haríamos una parada en el cementerio de trenes, testimonio de un gran pasado ferroviario.
Tour de un día _ salar Uyuni

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