Poco antes de la medianoche durante el viaje, bajamos a hacer los trámites fronterizos. Por poco y no nos dejan entrar Brasil por no tener la tarjeta de vacuna contra la fiebre amarilla. De hecho fue una suerte que nos dejaran pasar; pero para los futuros viajeros que lean esto, lo nuestro fue suerte y realmente no es fácil pasar dicha frontera si no se cuenta con el control sanitario respectivo.
Nosotros pasamos porque nuestros constantes viajes demostraban que habíamos salido hace mucho del país natal y aún seguíamos saludables sin portar enfermedad. Además nuestra actividad reportera por sudamérica dió un empujoncito adicional a tal suerte.
El viaje continuó sin contratiempos, atravezamos la frontera y a las seis de la mañana nos estaban bajando del bus. Todos los letreros en portugués, y ninguna persona hablando nuestro idioma. Definitivamente, el idioma nos margina aunque no nos segrega. Nos entienden aunque sea un poco. Eu no puedo falar portugues! Un suco laranja !
Encontramos en poco tiempo y de improviso un alojamiento cercano que por la tarde se convirtió en un puterío llenos de delincuentes (estamos satisfaciendo nuestro interés antropológico). Durante la mañana estuvimos caminando por museos, plazas, calles y tiendas. Aquí las cosas si que son impresionantemente baratas. La industria brasilera evidentemente posee un gran potencial de exportación para los demás países del contienente.
GRACIAS POR VISITAR MI PAIS, BRASIL ES BELLISIMO Y MUY HOSPITALARIO
OBRIGADO
RUI