El paisaje cambia rotundamente cuando se ve pasar por la ventana del tren que me lleva hacia Peso da Regua. La estación de tren está llena de gente y gente que vende cosas para comer.
En frente se ve el majestuoso río Douro. Se le llama río Duero en español, pero cuando estas en Portugal nadie lo llama así, asi que como dice el dicho «donde fueres haz lo que vieres»
Llegar es muy fácil ya que las conexiones de tren son muy buenas y puntuales en Portugal. Recomiendo el sitio www.cp.pt para moverse en tren por Portugal ya que permite estar al día con los precios y horarios.
Mi intención era poder capturar el atardecer desde el río. La ciudad de Peso da Regua había estado bajo un sol intenso todo el día, no tan distinto clima a las otras ciudades donde había estado. No obstante cuando estaba a punto de embarcarme los truenos y las nubes oscuras cambiaron el panorama en cuestión de minutos. Comenzaron los relámpagos y la lluvia no dejaba de caer a cántaros.
El ánimo seguía arriba. Antonio y mi tocayo Nelson fueron los guías de este reconocimiento del Douro a bordo de un espléndido bote recuperado de la muerte que mantenía el romántico diseño original antiguo. Antonio ofrece navegaciones tanto cortas y de varios días a través de Douro a Vela (www.douro-a-vela.pt) empresa con la cual atraviesa constantemente el río Douro.
¿Pero que es lo que hace este río tan especial?
La riqueza incalculable del Douro no pasa desapercibida para los portugueses. A ambos márgenes son visibles decenas de plataformas dedicadas a cultivar uvas de propiedades muy particulares que permiten la creación de muchos de los más codiciados vinos del mundo. Este río desemboca en Oporto, ciudad emblemática que representa el vino en varios países pero que sin embargo no es la productora de los mismos.
La fama de Oporto y “sus vinos” se debe a que es la ciudad que exporta lo que se produce en el interior del país. Mercaderes, corsarios, contrabandistas y negociantes reconocían desde antaño la importancia de esta puerta de salía al mundo.
Al margen del río Douro pueden verse pasar carreteras de un lado y rieles de tren del otro. En medio, el paso para embarcaciones náuticas. Es el tránsito perfecto para todo tipo de vehículos.
Ya encima del barco terminó la lluvia poco a poco hasta dejar ver las maravillas visibles ante la dorada luz del sol. Los amarillos y anaranjados campos de uva se extendían por kilómetros mientras el reflejo del mágico sol se esparcía a la distancia sobre el río.
En las alturas los vientos hacían girar los molinos en las montañas y las vías del Douro permitían el tránsito de todas sus riquezas.
Con la ida de las nubes negras aparecieron arco iris que no podían de dejar menos asombro en mí ante tan fastuoso panorama. Así me despedí del río Douro, dorado como el oro, con riquezas que se me eran reveladas ante la caída del sol.
Adiós Peso da Regua fue un gusto conocerte. Mi siguiente destino después de este maravilloso panorama de oro es Oporto.
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