El sonido del agua es un alivio para las emociones y los pensamientos. Y mirarla reposar tan tranquilamente junto con los peces que se dejan llevar por la corriente provoca una maravillosa paz.
Este es el ligero susurro de Colmar debajo del puente, donde gondolas pasean de ida y vuelta en un lugar conocido como la Pequeña Venecia. Y ciertamente lo es ya que se trata de casas antiguas que expresan amor y dedicación en su arquitectura labrada a mano, madera por madera, tallado por tallado.
Las ventanas decoradas con flores que se dejan desbordar son una composicion de colores, formas y olores que parecieran una obra de arte. Peces flotan y se dejan llevar por el remanso, tranquilos como si estuvieran descansando.
Cuando uno camina por Colmar se siente sumergido en un cuadro pintado por pinceles de ensueño.
La tarde del otoño que me toca sobre este lugar, deja el sol dorado caer sobre las hojas cálidas. El piso esta decorado con naturaleza muerta, y las calles se ven estampadas con maderas y troncos que han resistido el clima por decadas.
Cuando hay mucha gente cualquier espacio se vuelve menos romantico y creo que eso es lo que sucede con lugares con la bella pero populosa Praga. Nadie quiere una horda de turistas en medio de una tarde estrellada, vendedores de souvenirs en una playa paradisiaca, o toneladas de fotografos extranjeros en medio de una cena romantica. Y es por eso que Colmar es sin duda un lugar apacible que tiene un encanto que perdura en la memoria de una manera diferente a otras ciudades que he visto. Pareciera hecha con inspiración en su arquitectura, en su decoración, y en cada uno de sus detalles artesanales.
A Colmar también se le conoce como La ciudad de La Estatua de la Libertad ya que aquí nació el mismísimo creador de la original estatua Frédéric Auguste Bartholdi (1834-1904). Muchos viajeros europeos vieron esta estatua en las costas norteamericanas la primera vez que llegaban al contienente y se ha convertido en todo un ícono mundial.Para conmemorar el centenario de la muerte de Bartholdi, se erigió en Colmar una réplica de doce metros de altura y en la entrada norte de la población. Es más grande que la réplica que se encuentra en París, pero de menor tamaño que la original en Estados Unidos que mide 46 metros.
Otro detalle resaltante de la ciudad es que además de ser la capital de la alta Alsacia Francesa es la ciudad anfitriona de la gran Feria de los Vinos de Alsacia, posiblemente una de las mas importantes de toda Europa. Como bien es sabido es casi imposible evitar hablar de vinos sin mencionar a Francia, y este evento junta familias diferentes de vino, el Comité Interprofesional de los Vinos de Alsacia (CIVA), la Unión de Enólogos Independiente en Alsacia, Agrupación de agricultores-comerciantes de viñedo de Alsacia, la Cooperativa de Federación de Bodegas y 1500 muestras de los mejores vinos de la región. Vienen desde expertos catadores hasta simples chupadores de alcohol.
De una u otra forma, hay varios motivos para visitar Colmar. No esta muy lejos de Suiza y Alemania y puedes visitarla en un solo día como yo lo hice, disfrutar una experiencia distinta en Francia, y mirar asi un poco más allá de la Torre Eiffel.
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