Tarde o temprano llega un punto en que nos hacemos preguntas sobre la vida que llevamos.
Es como si de pronto sintiéramos que los pasos andados carecieran de valor.
¿Estoy donde quiero estar? ¿Soy feliz haciendo lo que hago? ¿Es esto lo mejor que puedo hacer o el mejor lugar donde puedo estar?
Texto del video a continuación:
Cada día somos bombardeados por mensajes que nos dicen cómo deberían ser nuestras vidas. Mensajes que utilizan valores inflados e inventados, y que no buscan otra cosa que elogiar a quienes siguen la norma y denigrar a los que no. Palabras y discursos que son mecanismos de control. Un control que poco a poco se nos va quitando sigilosamente de las manos.
Y no hay nada más grave para un ser humano que sentir que está perdiendo esa libertad.
Para algunos sin embargo está bien que otros tengan el control. Son quienes viven en piloto automático, siguen todo lo aprendido al pie de la letra y señalan que ser demasiado diferente está mal. Para ellos perseguir sueños equivale a perder el tiempo.
Y cuando el manual de la vida no les funciona culpan al gobierno, a la religión, a sus jefes, a sus parejas, a las leyes y al mundo… pero nunca a sí mismos. Porque en el fondo, la gran verdad de todas … es no tienen el control de sus propias vidas.
Qué difícil es para un alma que despierta encontrarse con una corriente que va en el sentido opuesto.
Despertar en un océano de personas que han sido educadas para creer, defender y proteger ese sistema es como abrir los ojos ante una gran mentira que todos creen.
Lo peor es cuando te lleva a cuestionar las cosas más elementales de la vida: ser feliz, expresarte a tu manera, amar libremente, elegir el lugar donde quieres vivir y de qué manera.
El mundo no está hecho para mochileros. Si fuera así tanto pobres como ricos podrían caminan por el mundo por igual sin fronteras, sin visas, sin reservas, sin rendir cuentas en controles migratorios y sin la necesidad de demostrarle cuentas bancarias o tarjetas de crédito.
Pero la justicia es otra palabra hecha de viento, y esperar por ella es seguir otorgando el “control” dejando que otros se hagan cargo.
Hay que aprender a vivir con lo que hay y cambiar lo que se puede. Hay que moverse esquivando problemas y abriendo un camino que nos lleve a ese maravilloso lugar donde las cosas son como queremos. A ese sitio imaginario donde nos sentimos conectados con personas similares, donde podemos apreciar nuestra existencia desde la cúspide de la vida.
Sabiendo esto y tomando el control, todos los miedos se verán opacados por el entusiasmo de conocer un mundo mejor para nosotros. Porque si hay algo que diferencia a los humanos de los animales y las máquinas, es su capacidad de creer, de soñar, de percibir más allá de los explicable.
Pensar en todo esto me hizo despertar y desde entonces tratar de despertar a los demás.
Ser un mochilero por el mundo es algo real, pero también una metáfora válida para cualquier persona, pues la vida hay que vivirla como mochilero: hay que llevar poco equipaje y vivir ligero, hay que amar al mundo y a la gente no a las cosas, hay que estar listo para improvisar, para resolver problemas, pero sobre todo hay que estar listo para abrir la mente y el corazon para finalmente encontrar nuestro verdadero sendero.
Nelson Mochilero